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En la era digital, las aplicaciones de edición de selfies han surgido como una forma de expresión para las jóvenes. Sin embargo, estas herramientas crean una máscara de perfección que distorsiona su imagen auténtica. Al mirarse en el espejo, muchas jóvenes ya no se reconocen. La obsesión por alcanzar una belleza inalcanzable genera presiones y comparaciones irreales, lo que ha llevado al preocupante fenómeno conocido como "dismorfia del selfie".Este trastorno afecta a la construcción de la identidad física, haciendo que las jóvenes se obsesionen con supuestas imperfecciones y dediquen hasta cinco horas a la semana a modificar su apariencia para ajustarse a los estándares irreales de las redes sociales. Sin embargo, al imaginar a nuestras abuelas sometidas a retoques similares, vemos lo absurdo e irreal que resulta este concepto.Para abordar este tema desde una perspectiva fotográfica, trabajo con fotografías de mujeres de principios de siglo a las que aplico filtros. Considero importante jugar también con el medio a través del cual se visualizan las fotografías, en contraposición al uso de dispositivos móviles. Para lograrlo, utilizo una linterna mágica y coloco series de retratos de cada mujer en placas transparentes que se deslizan a través de la linterna mágica, revelando los cambios realizados en sus rostros. Al obligar al espectador a observar de manera más pausada que en un móvil, ya que es necesario manipular la tira para desplazarla frente a la linterna mágica, se le brinda tiempo para apreciar lo absurdo y grotesco de dichas alteraciones, buscando la reflexión. 

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